Buscando entre el material de rol que tengo, encontré el trasfondo un personaje que hice para una partida de Vampiro, la Mascarada que se desarrollaría en Florida. Albert Yale es un mafioso de Chicago, abrazado por un Assamita, y esta es su historia:
Chicago, cae la noche, las calles
cambian y sus habitantes con ellas, las buenas personas se van a dormir y solo
queda el desperdicio de la sociedad: putas, vagabundos y yonkis pueblan las
aceras, y en medio de la noche, cortando la oscuridad, los faros de un coche
negro. En él, 4 personas, rostros serios, trajes oscuros, nuestro trabajo es la
protección, y alguien no ha pagado al jefe por ella…
El hombre no tiene miedo, esta
cansado del juego, tiene una escopeta y la va a usar, yo soy mas rápido, un
tiro en la cabeza, mi revolver no falla, nunca lo hace. El hombre cae al suelo
con un feo orificio en el rostro, servirá de ejemplo para los demás, aprenderán
que nadie juega con la mafia, alguien se encargará de arreglar el estropicio.
Salimos del local, ¿dos puntos rojos en un callejón? No, ya no están, mi
imaginación me juega malas pasadas, este trabajo va a terminar conmigo, no es
la primera vez que los veo y tampoco será la ultima, necesito descansar.
El almacén de Doni, la policía
nos tiene rodeados, el ensordecedor tiroteo no me deja pensar, y ahí están los
puntos rojos, desaparecen, como siempre hacen, los ignoro, como siempre hago,
es el agotamiento, me digo. Mis compinches caen, abato a un policía pero quedan
muchos y no tengo salida, apenas me queda munición, es cuestión de minutos. Una
sombra se cierne sobre mí, y ¡¡allí están los puntos rojos!! Disparo, una, dos,
tres veces, pero no cae. Me agarra del cuello, no puedo respirar, me arrastra,
miro atónito como levanta una pesada trampilla de metal con una sola mano, a
mis compañeros y a mi nos hubiera costado trabajo levantarla entre todos.
Caemos por el hueco, la oscuridad es tan profunda que no veo nada, la mano
afloja su presa sobre mi garganta, de nuevo aire en mis pulmones, pero el hedor
me invade, estamos en las cloacas. Tengo arcadas, vomito, la mano me arrastra,
no se cuanto tiempo, no se cuanta distancia. Salimos a la calle, estamos lejos,
me suena esta zona, a escasos metros maté a un pobre comerciante que defendía
su negocio con una escopeta, eso fue hace 4 años. Me arrastra hasta el lugar
mas oscuro del callejón, y ¿me besa en el cuello? poco a poco pierdo las
fuerzas, mis rodillas se doblan, pero él me sujeta, todo se vuelve negro.
Un sabor metálico y dulce se abre
camino por mi mente, es lo mas intenso y agradable que he probado, la oscuridad
vuelve a caer sobre mi.
Siento movimiento, creo que estoy
tumbado, ¿el sonido de un tren?, no se que pasa pero estoy muy cansado y
terriblemente sediento, el movimiento cesa para reanudarse de nuevo, esta vez
es mas irregular, pasan las horas, una rendija de luz difusa, una palanca
abriendo la tapa de un cajón de madera, un hombre desconocido, encadenado a la
pared de una habitación escasamente iluminada. Sus ojos, desencajados por el
terror, no me ven, pero yo a él si. La sed se vuelve terrible, el grito del
hombre queda ahogado por mis fauces sobre su garganta, una figura contempla la
escena, sus ojos brillan como 2 pequeñas luces rojas. –Sabes matar, también
sabes alimentarte, pero ninguna de las 2 cosas las haces bien, yo te enseñare,
mi chiquillo. En Florida hay muchas presas con las que practicar.
Espero que os haya gustado, al director de la partida, no le gustó, después del trabajo que me costó convencerlo para que me dejase llevar un Assamita (porque un LaSombra lo di por imposible), me dijo que si quería llevar un Assamita tenía que ser árabe. Al menos lo pasé bien en la partida aunque no con el personaje que quería.
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