viernes, 22 de diciembre de 2017

Rol: Ramón de los Caminos, personaje de Aquelarre.

¡Buenas! Bienvenidos a esta nueva entrada.

Hoy os traigo un personaje del juego de rol Aquelarre al que le cogí mucho cariño.

Durante las aventuras de Ramón, que es su nombre, se vio al servicio de un hidalgo que llevaba a cabo una misión en nombre del Papa Luna. Dicho hidalgo, Don Jaime (pj), no es una compañía agradable, sin embargo Ramón hace buenas migas con un bardo, Diego (un pnj), con el que comparten parte del camino. Un día, mientras viajan, Ramón cuenta a Diego su historia, historia que dejo aquí para vuestro disfrute.

Ramón de los Caminos.



Buen Diego, ahora que tenemos tiempo de camino a Zamora, y dado que vos me contasteis vuestra historia en Valencia, veo justo que sepáis la mía.

Como bien sabréis, procedo de una familia campesina. Mis padres, que por suerte aún conservo, se dedican a trabajar los campos, igual que hacía yo. Y mi mujer, la cual me dio 3 hijos y que Dios tenga en su gloria, se dedicaba a tejer cestas con mimbre y sombreros de paja. No era una existencia fácil, pero era lo que teníamos y nos iba bien.

Un día como hoy, unos caballeros pasaron por las tierras que con tanto trabajo cultivábamos. Esos caballeros vieron a mi mujer mientras volvía del campo con un fardo de mimbre. La querían para ellos, Diego. Cuando acudí a los gritos, la encontré con sus vestiduras destrozadas y sujeta en el suelo por 2 hombres, mientras un tercero la embestía una y otra vez.

Traté de quitárselos de encima, pero ¿qué podía hacer yo, con un triste palo que llevaba en la mano, contra hombres armados con espadas y mallas de acero?

Me desarmaron rápidamente y me obligaron a mirar mientras uno a uno se beneficiaban de ella. Y por último, uno de ellos, que portaba el escudo del reino de Aragón en sus vestimentas, me dijo: “Esta mujer es demasiado buena para un campesino, pero demasiado poco para alguien de noble cuna”. Acto seguido, la degolló.

Te mentiría, Diego, amigo mío, si te dijera que no sufrí por ella. Las mujeres, cuando están ahí, pues bueno, ahí están. Pero cuando faltan uno se rompe por dentro. Desde entonces no quiero contacto con ninguna otra, no sea que me vuelva a encariñar y me la vuelvan a arrebatar.

Entonces, prematuramente viudo, tomé una decisión, que ningún hombre sería superior a mí simplemente por la dueña del agujero por el que salió al mundo.

Disimule, Diego, que don Jaime nos está mirando…

Me hice una lanza con un cuchillo mellado que robé y un palo largo. Y en los caminos aceché a cualquiera que tuviera más dinero que yo, y le invitaba a compartirlo conmigo. Por supuesto, solo algún mercader solitario y poco más sufrió mis ataques, y la gente del pueblo, a los que yo conocía y que me veían por los caminos empezó a darme ese sobrenombre cuando me saludaban al pasar, Ramón de los Caminos.

Desde luego no amasé una fortuna, tampoco me atreví a ir en contra de ningún noble, los malditos siempre llevan escoltas bien armados. Pero llamé la atención de un grupo de bandidos de la zona.

Estos bandidos me aceptaron y así pude enfrentarme contra nobles y caballeros. Y por supuesto, en el primer ataque contra uno de estos grupos fui capturado…

Me llevaron encapuchado y atado durante un largo camino, apenas me daban unas migajas de comer y meados de beber. Y cuando se aburrieron de estas y otras vejaciones, me entregaron en una prisión para mi ajusticiamiento.

Fue en esta prisión donde conocí a Fernando, un singular guerrero veterano y hombre de mundo. Me dijo que necesitaba hombres valientes para cumplir una misión encomendada por el mismísimo Papa Luna. Y acepté, era eso o la horca.

Fernando era una persona más que capaz, siempre sabía cómo actuar y siempre en contra de las injusticias. De hecho, lo que más me impresionaba de él era que, siendo de origen plebeyo, daba órdenes a nuestro hidalgo. Si quería tomar un ejemplo a seguir, era él.

Por desgracia, Fernando murió luchando contra criaturas infernales en las catacumbas de un viejo monasterio, solo compartí unos días de camino con él.

En esas viejas catacumbas encontró la que fuera esta espada, fue el último arma que blandió su mano, y para mí es su legado.

Por supuesto, Fernando era el dueño del diario que estas traduciendo, y del caballo que has robado.

Quitando un encuentro extraño que tuvimos, poco después de la muerte de Fernando y antes de llegar a Valencia, y que le contaré en otro momento, con el pasajero de un carruaje negro, creo que le he contado toda mi historia.


Espero que algo de esto le sirva para sus canciones y cuentos.

Ya tenemos la historia de Ramón de los Caminos. Ahora os dejo su hoja de personaje, por si lo queréis usar en vuestras partidas, ya sea como pj o como pnj.


La Espada de San Nosequien es un arma sagrada, perteneció a un santo desconocido para nosotros, de ahí su nombre. La espada se transformó espontáneamente en una lanza (si, la Lanza Chachi de San Nosequien, si es que tengo una imaginación para los nombres...), cosa que Ramón agradeció bastante ya que la lucha con espada no era su fuerte. Este arma hace que su poseedor no quiera utilizar ninguna otra. Además hace que su poseedor quiera imponer justicia y hacer el bien allí donde vaya.

Espero que os haya gustado, y si es así, ¡¡compartid esta entrada con vuestros amigos!! ¡¡Un saludo y nos vemos en la próxima!!

¿Tienes alguna miniatura impresionante que quieras pintar pero no tienes tiempo? ¿Cansado de jugar con miniaturas color plástico o metal? ¡Contacta conmigo!
criptbleis@outlook.com
656577788 (Dani).

No hay comentarios:

Publicar un comentario